1) Trátala como si fuera un árbol.

Debemos ser pacientes para darle tiempo de madurar a la empresa, ya habrá tiempo de poder disfrutar de los frutos de ella. Se compara con un árbol debido a que requiere de tiempo y cuidados antes de poder dar frutos. Si comenzamos a podar el árbol cuando aún está pequeño y en crecimiento, lo convertiremos en un “bonsái”, o peor aún, se secará y morirá.

En otras palabras, si el dueño de una empresa “extrae” recursos más allá de la capacidad de esta, pasará una de dos cosas: no crecerá o morirá. Para que esto no ocurra, el dueño debe verse a sí mismo solamente como el administrador de la empresa, es decir, alguien a quien se le encargó su cuidado y que deberá entregar cuentas al verdadero dueño.

2) Lo que siembras, es lo que cosechas.

Como dueño de tu empresa debes saber que eres el ejemplo de todos tus empleados, proveedores y clientes; como ejemplo que das, busca siempre mostrar abundancia y justicia, para recibir como respuesta lo mismo. Por ejemplo, en la medida de las posibilidades de la empresa:

3) Nunca Malbarates tus servicios o productos.

Lo más importante de este punto es creer en tu producto, si tú no crees en el valor de tu producto, difícilmente tu cliente lo hará. Nunca “malbarates” los productos o servicios de tu empresa solo por vender algo. El margen de ganancia es de donde se pagan los gastos de operación, las inversiones en el negocio, y en última instancia, las utilidades.

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